Me avergüenza pertenecer a una iglesia que se apropió de 100.000 inmuebles.
En éste artículo, desde nuestra creencia en Jesús de Nazaret*, nos mostramos en contra de reconocer a la Iglesia Católica la competencia jurídica para auto apropiarse de bienes de carácter público por el mero hecho de no estar registrados, además de censurar esas anacrónicas Inmatriculaciones.
Reconozco que nada más conocer la publicación del listado de los 35.000 bienes inmatriculados por la ICAR que ayer dio a conocer el Gobierno, mi primera reacción fue pensar “Por fin”. Y así lo comunicaba a mi lista de contactos, con éste twit, imaginando se paliaría ésta anomalía democrática:
La iglesia durante muchos años, y gracias a una ley de Aznar, iba a las notarías donde, cualquier obispo, ponía a su nombre desde cocheras a pisos, desde iglesias hasta ermitas, desde montes hasta espacios comunales, que no constaran registralmente. Son las llamadas inmatriculaciones. Y aún como creyente tengo que estar en contra de ese abuso.
Cuadernos Manchegos – Luis Ángel Aguilar (1) – 16 de febrero 2021