El Cabildo de la ciudad andaluza amplía la presencia de imágenes cristianas en el interior del monumento y elabora un plan de gestión que incide en que el uso religioso del edificio “debe prevalecer” sobre cualquier otro
El crucificado de Aurelio Teno, colocado en la mezquita primitiva por el Obispado de Córdoba en 2015. – PACO PUENTES
Eva Saiz, elpais.com/cultura – Córdoba – 18 MAR 2023
El visitante que antes de adentrarse en la mezquita-catedral de Córdoba decida pasear bajo las galerías porticadas que flanquean el Patio de los Naranjos se topará con representaciones en miniatura de pasos de Semana Santa. Justo en el acceso, comprobará que la segunda de las puertas del muro norte del monumento sigue desnuda de la celosía de madera que el Cabildo desmanteló en 2017 para que las imágenes de las cofradías —estas sí a tamaño real― pudieran entrar en el templo, pese a que el Tribunal Supremo ordenó restituirla en 2021. Ya en el interior, si sigue paralelo al muro oeste se sorprenderá con las figuras en bajo relieve que sobresalen en el altar dedicado al beato San Cristóbal, junto a la mezquita primitiva, y cuando contemple la quibla —donde se abre el mihrab―, su mirada tropezará con una estatua de San Juan de Ávila parapetada por cuadros de santos que cuelgan de uno de los elementos arquitectónicos que hacen únicos al monumento.
Estas actuaciones, imágenes y demás parafernalia vinculada con la religión católica han sido ejecutadas y colocadas por el Cabildo catedralicio en los últimos años, pese a la oposición de historiadores y de la Plataforma Ciudadana Mezquita-catedral, que exigían un Plan Director que regulara la proliferación de esos elementos. Sin embargo, el que ha redactado la Diócesis de Córdoba, y que está a punto de aprobar la Junta de Andalucía —competente en materia de protección del patrimonio de la comunidad―, consagra esa intervención en el templo al defender la prevalencia del “uso cultual [del culto] frente al cultural” y le otorga “prioridad absoluta”, frente a cualquier otro.
El Plan Director es un documento que opera como guía para la protección, difusión y sostenibilidad del monumento cuya redacción viene recomendada en el Plan Nacional de Catedrales del Ministerio de Cultura para todos los templos que lo integran, entre ellos la mezquita-catedral. La PMC y los expertos entendían que ese Plan Director debía poner control a la proliferación de elementos religiosos, a la exhibición de exposiciones en su interior dedicadas exclusivamente al cristianismo e incluso a la información histórica que se ofrece al turista sobre el origen visigodo de la mezquita-catedral, pero el que ha redactado el Cabildo es el último hito del Cabildo en su estrategia, que activó a finales el siglo pasado, para dominar el relato histórico de este monumento, ensalzando la impronta cristina, a costa de minimizar su evidente huella andalusí. Los ejemplos más explícitos se produjeron en 2006, con su inmatriculación a favor de la Iglesia católica, y entre 2000 y 2016, cuando se eliminó la palabra “mezquita” de su nomenclatura oficial, llegando a describir los más de cuatro siglos en los que se construyó y amplió el edificio omeya como “intervención islámica”.
Imagen dedicada a San Juan de Ávila en el muro de la quibla de la mezquita-catedral de Córdoba. PACO PUENTES
Forzada por la presión de la sociedad civil, la Iglesia recuperó la anterior designación, pero no ha cejado en su intención de soslayar la importancia de su legado andalusí. El penúltimo conato es el proyecto para la ampliación del museo diocesano y la creación de un centro de recepción de visitantes que alude a la necesidad de frenar “la reducción cultural” de la ciudad de Córdoba que “gira casi exclusivamente en torno a un eje: la antigua mezquita” y “es tan fuerte que tiene la capacidad de eclipsar el brillante pasado visigodo, romano y cristiano”. Una premisa que también guía su primer Plan Director de la Mezquita-catedral.
“El mantenimiento del uso religioso en la mezquita-catedral es una prioridad absoluta, tanto como su prevalencia sobre cualquier otro uso que pueda darse al edificio […]. Se trata por tanto de un valor a salvaguardar, en el que reside buena parte de la autenticidad el edificio”, abunda el texto. Una afirmación que molesta profundamente a Federico Mayor Zaragoza, quien fuera director general de la Unesco entre 1987 y 1999, y uno de los miembros del comité de expertos que en 2018 elaboró un informe sobre la titularidad de la mezquita. “El hecho de que fuera mezquita-catedral fue uno de los motivos fundamentales por los que la Unesco otorgó al edificio el carácter de patrimonio de la humanidad, y la promoción de una religión por encima de los valores que representa la mezquita-catedral podría tener consecuencias sobre el tratamiento de patrimonio de la humanidad”, advierte. “Primero fue mezquita y luego, manteniendo la estructura, fue catedral y eso es lo que representa: la integración religiosa, la pluralidad y una visión amplia de la convivencia entre culturas”, argumenta.
Este es el primer Plan Director que redacta el Cabildo, después de que el que presentara a la Junta en 1991 se quedará en un cajón a falta de incorporar las correcciones que le trasladó la Administración. El nuevo texto fue entregado a la Consejería de Cultura el 1 de diciembre de 2021, quien se lo devolvió al obispado el pasado mes de febrero con “puntualizaciones mínimas” que no impedirán que “sea valorado positivamente”, según indicó entonces el delegado Eduardo Lucena. El Gobierno andaluz no ha precisado a este diario en qué consisten esas matizaciones, pero las fuentes consultadas confirman que está prevista una reunión con los técnicos del Cabildo de Córdoba para “intercambiar impresiones”. Este último organismo ha rehusado colaborar para este reportaje.
Titularidad de la Iglesia y “complejo episcopal” anterior
Pasos de cofradías exhibidos en la Mezquita-catedral de Córdoba durante una exposición en 2019.
En el documento, además de incidir en que la titularidad del templo pertenece a la Iglesia en virtud de la inscripción en el Registro de la Propiedad y porque “ha venido poseyéndola en concepto de dueña desde la reconquista de la ciudad en 1236″, defiende la prevalencia del “uso cultual, frente al cultural” del edificio por tratarse “de una iglesia cristiana desde el punto de vista funcional y de una catedral desde el punto de vista espacial y arquitectónico”. “El edificio es fundamentalmente una mezquita, se pongan como se pongan”, señala Susana Calvo, profesora titular de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid. “La claridad arquitectónica y artística del edificio no está en su parte católica, está en su parte islámica, eso es lo que le da toda la singularidad, pero a la Iglesia eso le molesta profundamente y de ahí toda la campaña para postergar esa identidad islámica del edificio”, abunda Alejandro García Sanjuán, catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Huelva y otro de los firmantes del informe sobre la titularidad de la mezquita.
En la declaración que reconocía a la mezquita como Patrimonio de la Humanidad, la Unesco destacó “sus características de monumento único, en el que la arquitectura árabe de sus más esplendorosos tiempos recibe el abrazo de las posteriores construcciones cristianas, con lo que se recrece en una inusitada hermosura”. El relato que el Cabildo reitera en las informaciones turísticas y en el Plan Director incide en presentar como anterior a la mezquita un “complejo que fue una de las principales sedes episcopales de la Antigüedad Tardía, una región temprana e intensamente cristianizada”. Una afirmación que no ha sido científicamente contrastada, tal y como advierte Calvo: “Tenemos una serie de estructuras que todavía no nos dejan trazar lo que es el plano de ese espacio episcopal. Pero decir que la mezquita es una reconversión de una iglesia no tiene sentido, va en la línea de esa cristianización”. “Una cosa es la teología, otra la fe y otra la historia, y la mezquita no es mezquita ni catedral, es patrimonio de la humanidad y su discurso debería ser ese: un bien de interés cultural en el que, además, se da misa. Es como si el foro de Roma se quisiera explicar desde la perspectiva de los mártires cristianos o de las acequias etruscas”, zanja Antonio Monterroso, profesor del Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba.
“A mí no me preocupa tanto la interpretación del edificio, ya se verá cómo se contrarrestan los relatos. Lo que me preocupa es el edificio físicamente y que se llegue a enmascarar tanto con elementos religiosos que no quede claro lo que es para un neófito”, indica Calvo, que hace alusión a la supresión de la celosía, cuya recuperación no se incluye en el Plan Director, a la instalación de una plataforma metálica antes de la pandemia vinculada al acceso de las hermandades, a la proliferación de altares e imágenes religiosas o la visita nocturna “eminentemente católica”. El Plan Director del Cabildo, sin embargo, no solo encumbra estas acciones, con epígrafes específicos dedicados a la Semana Santa, sino que asigna la gestión de toda la actividad cultural a la Fundación Osio, dependiente del obispado, y recalca que “el culto ha sido el motivo de su origen y la causa de su mantenimiento a lo largo de los siglos”. “Quienes han hecho las principales intervenciones de conservación han sido el Gobierno y la Junta, así que algo deberán también influir”, cuestiona la historiadora.
Desde la PMC también se reclama que la elaboración del Plan Director no quede en manos del Cabildo y reclama “mecanismos y órganos participativos”, en los que estén presenten las Administraciones y la sociedad civil como prevé el Plan Nacional de Catedrales y la Unesco. En el documento, al arrogarse la titularidad sobre la mezquita-catedral, el obispado también se adjudica la exclusividad de la “gestión y organización” del templo.
Para la PMC estas manifestaciones religiosas suponen “un desprecio notable hacia los componentes históricos y artísticos que atesora el edificio”, de acuerdo con las alegaciones presentadas por la plataforma al Plan Director. Entienden que el nuevo marco regulatorio del templo supone un “claro ataque” a los principios de la Unesco y que la proliferación de iconografía católica atenta contra la materialidad del edificio. Una portavoz de la organización de Naciones Unidas señala que cualquier intervención que no sea permanente, como es el caso de los altares, los cuadros y las imágenes que se han ido incorporando, no vulnera los estándares de conservación de la entidad, por lo que no podrían actuar al respecto. A la Unesco tampoco le compete informar sobre un Plan Director y sí sobre el Plan de Gestión, que está ultimando el Ayuntamiento de Córdoba, pero que incluye como un todo indisoluble la Mezquita-catedral y el casco histórico de la ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1994.
Mayor implicación de las Administraciones
Puerta del muro norte de la mezquita-catedral sin la celosía desmantelada por el Cabildo y que el Tribunal Supremo ha ordenado restituir. PACO PUENTES
Los historiadores consultados reclaman una mayor implicación de las Administraciones autonómica y central, dado que la Mezquita-catedral es monumento nacional. “No debería permitirse que se distorsione la historia de forma tan flagrante, por eso hay que incidir en la responsabilidad de las Administraciones públicas. La historia tal y como es permite establecer el conocimiento histórico, no tal y como le apetece plantearla al obispado en función de sus intereses confesionales e ideológicos, que no son los que deben regir un Plan Director, y si la Junta, como parece, lo va a aprobar, se convertirá en cómplice de la manipulación del pasado”, sostiene García Sanjuán, quien también apela al Ministerio de Cultura. “Una de las causas fundamentales de lo que está sucediendo es la desidia de las Administraciones públicas”, añade. Consultado al respecto, el Ministerio ha señalado que no le corresponde hacer ninguna alegación al Plan Director, puesto que es la Junta la administración competente y que el plan de gestión del casco histórico de Córdoba compete promoverlo al Ayuntamiento.
Calvo apela a conocer la historia: “En la ciudad fue muy importante el Consejo de Córdoba, que levantaba la voz cada vez que el Cabildo o el obispo querían hacer obras en la mezquita. Eso es lo que ha contribuido a que tengamos estas joyas. Estamos en el siglo XXI, no podemos ser peores que en el XVI”. “Estamos dilapidando una riqueza excepcional, cogiendo la parte más débil del monumento, en lugar de primar la investigación andalusí, y eso no es ir contra nadie, es defender los valores de un monumento universal”, concluye Monterroso.