Era como una plaza más de Sevilla, por la que cruzábamos cuando íbamos desde Alemanes a Mateos Gago.
Antonio Burgos, ABC, 13/06/2023
Una polémica en torno a la decisión de la Comisión del Patrimonio sobre la tienda de recuerdos en la nave del Lagarto de la Catedral me hace evocar el viejo Patio de Naranjos que desapareció con la museificación de la Magna Hispalense en la Expo del 92. Protestan porque la Comisión del Patrimonio tiene un doble rasero y ha hecho la vista gorda con la nave del Lagarto del Patio de los Naranjos. Las asociaciones proteccionistas han protestado: «Mientras que una simple cartelería o elementos de sombra en calles y comercios llaman poderosamente la atención de la Comisión [del Patrimonio], la instalación de una enorme tienda de recuerdos en la única galería original que resta de la antigua mezquita aljama es autorizada a pesar de las advertencias de los técnicos y no se ofrece una respuesta radical al problema planteado en el fondo ››.
La tienda de recuerdos ha sido ampliada al doble, en uno de los más nobles lugares del antiguo patio de abluciones de la mezquita almohade. Junto al púlpito del Discurso de la Doctrina, bajo el legendario «lagarto». Nada me extraña desde que la Catedral fue, en cierto modo, «privatizada» y hurtada a los sevillanos en función del turismo. Sí, ya sé: los ingresos por turismo de la Catedral son un importante rubro para muchas necesidades de la Iglesia, comenzando por las propia conservación y mantenimiento de la seo, las obras de salvación de muchos conventos en peligro de ruina, la ayuda a los templos necesitados o las obras de caridad de la Archidiócesis. Pero, a cambio de ello. los sevillanos perdimos la Catedral como algo nuestro, como la Casa de Dios abierta a todos, que podías entrar libremente a todas horas por la Puerta de San Miguel o por la de los Palos. Y, por descontado, en el Patio de los Naranjos. El Patio de los Naranjos, antes de la turistificación de la Catedral, era como una plaza más de Sevilla, por la que los sevillanos cruzábamos cuando íbamos desde la calle Alemanes a Mateos Gago, entrando por la Puerta del Perdón y saliendo por la del Lagarto. Antes de su museificación como «Magna Hispalensis» en la Expo, el Patio de los Naranjos era un espacio libre donde los sevillanos entraban y salían en su caminar por la ciudad. teniendo, eso sí, mucho cuidado con los canalillos de riego, que si metías un pie podas partírtelo o por lesionártelo con un buen esguince.
El Patio de los Naranjos, con su fuente central de las abluciones, sus árboles siempre cuidados, era también como un desván de la parroquia del Sagrario, al que daba una de sus puertas, y tenia allí como almacenes en construcciones adosadas a los muros. Por el Patio de los Naranjos jugueteaban los chiquillos o entraban los fieles a rezar en el retablo interior de la Puerta del Perdón o, donde ahora la tienda de recuerdos, en acapilla de la Virgen de la Granada. Y todo presidido por «el lagarto», que es como los sevillanos llamamos al cocodrilo que quedó como legendario testigo de la legacia nupcial que mandó a Sevilla el Sultán de Egipto. Igual que los cielos, también perdimos el Patio de los Naranjos.